viernes, 22 de febrero de 2013

Primer acto.

  Va siendo hora de que acepte lo ocurrido. No puedo aferrarme al pasado ahora, ya no. Sí, hay que seguir, levantar la cabeza, mirarte al espejo, lavarte la cara y decir: 'Sí, puedo.'
 Soy lo suficientemente fuerte como para afrontar esto y más, debo aceptar mi derrota, arrodillarme ante el vencedor y darle la enhorabuena como buen perdedor.
 Lo malo es que no quiero olvidar, básicamente porque no voy a olvidar algo que me ha hecho tan feliz, volver a ser un inocente niña con sus trenzas y sus medias rotas por las continuas caídas por el juego. 
 Me caí, me fallaron las rodillas. Amigas mías, ¿dónde os metisteis cuando más os necesitaba? Supongo que fuera del dolor, quisieron que aprendiera a superarlo desde abajo, y muy poco a poco. 
 Vamos avanzando.

Comienza la función.

 Mi corazón ya no aguanta más dolor, está roto. Ahora comienza otra vida, ¿eso es una segunda oportunidad?. Sí y no. 
 No quiero dejar todo atrás, todo, no. Darme cuenta de cada segundo, que tu mirada y la mía, ya ni si quiera se toquen. Ni que tu sonrisa, sea mi pilar, mi apoyo. 
 Todo queda resumido en un conjunto de dañinas y falsas pautas que ambos acordamos. Todo se esfumó como cuando juntos, soplábamos ese montón de problemas, los resolvíamos. Éramos felices a nuestra manera. 
 Nos pudo el amor, nos pudieron las promesas, acabaron con nuestras fuerzas. Acabamos siendo otros. Completos desconocidos.